El Idilio de los volcanes

El idilio de los volcanes me vino a la mente cuando observe una hermosa foto de la mujer dormida, tomada desde  La Hacienda de Panoaya, ubicada en el municipio de Amecameca del estado de México,  espero no se aburran con estas lineas que recorde de mi época de estudiante de Secundaria. 

 

Cuantas veces añoramos los años pasados,  la mejor época de mi vida sin duda fue la de ser estudiante de secundaria, ya que todavía no te das cuenta de la gran responsabilidad que vas a tener más adelante, te enfocas a tus libros, a los juegos, porque estás pasando de niña a mujer,  porque lograste al final de los tres años obtener la preparación necesaria con un buen promedio que te permitio seguir adelante en tus estudios obteniendo una beca para dar el siguiente paso de mi preparación profesional,  a pesar de los bajos recursos que como familia teniamos pude seguir adelante con el apoyo de mis padres a  quien amo y respeto porque son la base de mi preparación donde quiera que ellos esten les viviré eternamente  agradecida.

 

Cuando inicie la secundaria era muy timida  con   dos o tres amigas, algunos compañeros se burlaban de mi color moreno, pero despues poco a poco me fui ganando el respeto de todos, ahora me hablaban para darles la tarea, o resolverles sus dudas.

 

Ya con más confianza nos uniamos tres comopañeros estudiosos, que durante los tres años que estuvimos juntos,  siempre habia una   rivalidad buena, de quien decía mejor la clase, de quien participaba más, de quien obtenía mejores calificaciones... al final grandes amigos algunos nos seguimos hasta la profesional, otros más  nos perdimos de vista y la vida nos separó.

 

En esta  bella época tienes amigos sinceros, tiempos de juventud que nunca volverán,  tú único trabajo  es ser el mejor estudiante de tú familia,  porque inicias la brecha por donde van a caminar los que vienen atrás de ti,  gracias a dios esa brecha  se hizo cada vez más ancha, porque pasaron muchos por ahí,  porque los caminos se crearon y nacieron nuevos, para  volver a empezar con un mismo tronco común,  fuerte y  con grandes brazos para seguir creciendo.

 

Recuerdo al maestro de Español de la secundaria, no me pregunten su nombre porque eso si no lo recuerdo, solo que nos decía se van a aprender el poema del  Idilio de los volcanes y quien lo recite mejor se va a ganar el derecho a representar a la secundaria en el concurso que vamos a tener a nivel del sector de la delegación de Coyoacán... mientras el cabeceaba en su silla por el sueño que le daba.

 

El Idilio de los volcanes toda una tradición  de leyenda prehispánica,  sumada a las grandes leyendas que  cada vez más se pierden  en la actualidad,  revivamos esas  tradiciones, indígenas que son parte de nuestra cultura mexicana, comparto ese bello poema de José Santos Chocano, me imagino que a ustedes también les traerán bellos recuerdos ya que es un poema clásico de nuestra literatura mexicana..



Voy a tener que agendar una visita a esta hermosa  Hacienda de Panoaya, en Amecameca,  para conocer estos hermosos paisajes que encierra la misma naturaleza.

 

Ceci González

3 de Febrero del 2014.

 

 

EL IDILIO DE LOS VOLCANES.

 

El Iztaccíhuatl traza la figura yacente
de una mujer dormida bajo el sol.


El Popocatépetl flamea en los siglos
como una apocalíptica visión;
y estos dos volcanes solemnes
tienen una historia de amor,
digna de ser cantada en las complicaciones
de una extraordinaria canción.

 

Iztaccíhuatl -hace ya miles de años-
fue la princesa más parecida a una flor,
que en la tribu de los viejos caciques
del más gentil capitán se enamoró.

 

El padre augustamente abrió los labios
y díjole al capitán seductor
que si tornaba un día con la cabeza
del cacique enemigo clavada en su lanzón,
encontraría preparados, a un tiempo mismo,
el festín de su triunfo y el lecho de su amor.

 

 Y Popocatépetl fuese a la guerra
con esta esperanza en el corazón,
domó las rebeldías de selvas obstinadas,
el motín de riscos al paso vencedor,
la osadía despeñada del torrente,
la asechanza de los pantanos en traición,
y contra cientos de cientos de soldados,
por años y más años gallardamente combatió.

Al fin tornó a la tribu y la cabeza
del cacique enemigo sangraba en su lanzón.
Halló el festín del triunfo preparado,
Pero no así el lecho de su amor;
En vez de lecho encontró el túmulo
en el que su novia dormida bajo el sol,
Esperaba en su frente el beso póstumo
de la boca que nunca en la vida besó.


Y Popocatépetl quebró en sus rodillas
el haz de flechas; y, en una sorda voz,
Conjuró las sombras de sus antepasados
contra las crueldades de su impasible dios.

Era la vida suya, muy suya,
porque contra la muerte la ganó.


Tenía el triunfo, la riqueza, el poderío;
pero no tenía el amor...
Entonces quiso que veinte mil esclavos
alzaran un gran túmulo ante el sol.


Amontonó diez cumbres
en una escalinata como de alucinación;
Tomó en sus brazos a la mujer amada,
y él mismo sobre el túmulo la colocó;
Luego encendió una antorcha y, para siempre,
quedóse en pie alumbrando el sarcófago de su dolor.

Duerme en paz, Iztaccíhuatl; nunca los tiempos
borrarán los perfiles de tu casta expresión.


Vela en paz, Popocatépetl; nunca los huracanes
apagarán tu antorcha, eterna como el amor...

 

 

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